Abrazos en espiral

16 de Febrero, 2019

Infini - Jose Orlando Luciano

"El sofá escuchó una voz, y sabiendo que era el tiempo, lo dejó escondido entre los cojines firmando con él un pacto de hielo, de esos que congelan los instantes eternamente".

Abrazados, ajenos a todo, ellos intentan adivinar a que saben las horas muertas de las tardes de domingo. Descuidan los besos en los labios del otro, y descuentan las veces que sus manos se acarician por debajo de la manta, esa que ya no puede soportar guardar más secretos. Malgastan las horas mirando una peli a medias, interrumpida por un te quiero inocente que los despierta en el sofá, horas más tarde, desnudos pero con la ropa puesta, sintiendo siempre un poco más allá de la cuenta. Después, simplemente permanecen inmóviles, efigies sonrientes esperando a que el próximo de un paso en falso, dispuestas a encontrar la rendija donde dejar de darse una tregua.

El silencio cobra vida, y en los ojos de ella se ven aquellas tardes de mayo, donde el tiempo se pasaba volando a su lado, hablando de todo, sintiendo y vibrando. Allí donde los recuerdos se quedan a vivir, solo si los dejas. Allí donde la noche quiere que te quedes atrapada en su tormenta, acurrucado bajo unas sábanas que nunca, nunca, nunca dejan de estar despiertas. Se besan las miradas, y ella viéndose reflejada en los ojos de él, por un instante, suspira y tiembla. El hace lo mismo, y se retan a un duelo, en el que él sonríe primero, ella lo mira traviesa, y aunque aún no entienden cómo, de repente se descubren atrapados en uno de esos abrazos en espiral, a los que nunca quieres pedir la cuenta.

Se permiten el lujo de susurrarse al oído que se van, sin moverse un ápice, porque en realidad solo se trata de un farol que los conecta. Solo un no rotundo a que el tiempo avance, un sí hay un hueco en mí que tus miedos desconecta, un no te muevas, que si lo haces el invierno se cuela por entre la puerta. Un no me sueltes, mientras las manos se funden a las espaldas, y se esconde con ellas, entre la luz y las sombras, el amor que se profesan. Un no dejemos para mañana lo que nuestras bocas no expresan, un secuestro a los motivos iniciales, un si no se te seca la lengua, no dejes de contarme las razones por las que te quedas. Un tuyo, un mío que se metamorfosean en un nuestra. Una copa de vino, que calma el infierno de sus almas sedientas, el delicado equilibrio de la piel que si la rozas tambalea. Un tarde o temprano llegará el momento, en el que les toque hacer las maletas.

Mientras tanto escriben a instantes, aquello que algunos siempre ponen en letra pequeña, y son quienes quieren ser con el otro, y las emociones que se provocan cuando se tienen cerca. Se prescriben la receta mágica, de lo que hay que hacer para olvidar las penas, y mudan, en un pestañeo, la palabra hogar en un "mientras su respiración ande cerca". Olvidan para siempre las etiquetas, hace tiempo descubrieron que las buenas despedidas son de esas que dejan el corazón abrigado, y no solo destempladas las vergüenzas. Si la mirada acaba en un pulso, ella se juega la vida en una sonrisa tierna, aun a riesgo de perderla, y él le confiesa que la ama, a pesar de que esa afirmación siempre provoque, un terremoto en la quebradiza armonía entre su educación rigurosa, y lo que él sienta.

Llegados al punto de retorno, al final, rubrican el abrazo con en un - ¡lo repetimos cuando quieras! Al tiempo, que se imaginan que si siguen abrazados tan solo cinco minutos más, quizás el mundo desaparezca. Algo que solo seguramente descubrirán si lo intentan.

Aquí, desafortunadamente, acaba mi tiempo que no el suyo, y hoy, te dejo a medias. Quizás algún día te cuente el final de este abrazo que se dejó algo pendiente durante más de cuatro décadas,  Pues las almas nunca olvidan; que hay labios que bailan canciones, hay cuerpos que rompen corazas, hay sueños que se vuelven veraces, hay miedos que pierden el vértigo, y hay abrazos, que por mucho que quieras, jamás se desenredan.

Dedicado a todos aquellos San Valentines que no se tratan de una página en el calendario, sino de una emoción que de repente te atrapa y se queda, sin dar ni una sola explicación, igual que tampoco avisó de que iba a llegar un día cualquiera.