Black & Whiteness

7 de Octubre, 2017

Parece inevitable que el blanco y el negro se odien, porque incluso en un mundo sin más colores, ellos continuarían siendo opuestos.

Forzosamente, su relato da la sensación de ser una de esas historias de cuentos sin hadas, de finales inacabados, de sueños irrealizables, de puntos sin fin. Sin embargo, lo más curioso, es que aun pareciendo maldecirse, se persiguen, como el ying al yang, transformando lo ineludible, en la fuerza de dos energías opuestas que se necesitan y se complementan.

De esta forma conviven, estando juntos casi sin estar, no pudiendo aguantarse ni respirar separados, siendo compañeros de viaje incansables, eso si cada uno por un lado diferente de la acera, existiendo raramente en estado puro, viviendo necesariamente el uno en el otro. La blancura, procurando no mancharse, como la nieve, el negro intentando no ensuciarlo todo, como el carbón. Pretendiendo encontrar el equilibrio exacto en cada paso, como si fueran, de un paso de peatones, las líneas paralelas.

Y aunque eso no siempre es posible y acaban mezclados, al igual que pasa cuando derramas la leche en el café, ellos se esfuerzan en que todo mantenga su equilibrio, como la frágil armonía en la que se entretienen las franjas rayadas de la cebra.

En todo esto, ellos en su delicada historia, acometen la difícil tarea de "re-conocerse", porque entienden que cualquier idea puede ser vista como su contraria si se la mira desde otro punto de vista y se reajustan, delicadamente, como se hace con el viejo reloj de cuco y sus manecillas. Escribiendo cada día su propia historia, ordenando sus pensamientos y sus emociones, al igual que hacen las letras desparramadas por un folio intentando recolocarse para escribir un poema.

Sabiendo todo eso, ellos dos juegan su partida entre la noche y la luna, un juego nacido de la mezcla entre el ajedrez y las damas, dejándose huella el uno en el otro, como lo hacen las manchas en el dálmata o la tiza en la pizarra, en el que ambos son invictos, en el que ella es a veces la sal y el la pimienta, otras intercambiados los papeles él, es el ángel y ella la pantera.

Conformando torpemente y con cautela, la pareja más bonita y capaz de crear maravillas como el cine mudo, intimo, silencioso, cargado de memoria, sin palabras para que no sea carrasposo, como mucho con subtítulos. Componiendo de esta forma tan sencilla, la melodía más hermosa, entre las teclas níveas y brunas de un piano, aquella que se escribe en una partitura blanca, con notas negras.

Visto así, parece inevitable, que el negro y la blancura este abocados a quererse, porque aunque a veces se miren recelosos, en su contraste, modelan las formas más bellas, aquellas a las que ningún otro color nunca llega, dejando para el último instante la opción de fundirse en un gris apasionado, que acaricia la vista, alborota la piel, junta los corazones y permite olvidar todas las diferencias mientras se besan.