Breogán
2 de Noviembre, 2020

Hay personas que nacen con un destino escrito en su ADN, y recopilan experiencias mientras parecen ajenas a su suerte.
Él, era una de ellas, uno de esos hombres antediluvianos, de los que hablan las odas a los marineros. Con la mirada cansada, las bolsas bajo sus ojos, las arrugas ganando batallas, y las canas avanzando a decisión propia. Sereno, sosegado, impertérrito, demostrando en su pose, que en su vida la lluvia ya le había empezado a caer desde la madrugada.
Esa mañana parecía ensimismado, absorto en sus pensamientos, preocupado por algo que todos sabíamos, pero que nunca llegó a confesarnos. Nadie le dijo nada, porque los hombres de cubierta con nombre siempre gozaban de ciertos privilegios, y de él, conocíamos hasta el apellido. Se quedó mirando el horizonte como en un acto de rebeldía, procurando no estar con su tristeza, aunque hay momentos en los que no se puede estar en ninguna otra parte.
La brisa le movía ligeramente el pelo, ese que había perdido el miedo y empezaba a anudársele a la barba. Las velas tiritaban de frío mientras él parecía no darse cuenta de que la noche estaba al tocar. Aún recuerdo aquella escena, porque era el resumen del desastre de sus rutinas arraigadas, de su profesión, de su biografía, pero también de su libertad.

Bajó la mirada, buscando en el suelo las respuestas que el mar había dejado de darle. Y en silencio se dijo:
La vas a extrañar cuando despiertes y no esté bajo tus pies, ni te dé los buenos días con su brisa. La vas a extrañar cuando veas el faro desde el otro lado. La extrañarás por como apareció en tu vida. Por que no volverá a cantar solo para ti. La vas a extrañar cuando te sientas solo y te des cuenta de que el mundo se mueve diferente. La vas a extrañar porque ella tenía una canción concreta. La extrañarás por como se enoja y brama en la lona. La extrañarás por como te abraza dejando su esencia. La vas a extrañar porque no habrá otra boca que te bese en los labios como ella. La vas a extrañar cuando no sientas esa magia, y la vengas a buscar cada mañana a la misma orilla. La extrañarás cuando te pregunten por ella. La extrañarás cuando no la oigas cantar entre las rocas. Cuando no te cause escalofríos, cuando no te recuerde que estás vivo. La vas a extrañar porque te hace sentir de otra manera, porque con ella las noches no son lo suficientemente largas, y porque a ella, podías contarle cualquier cosa.
Puso un pie a tierra, y le cambió la cara. ¡Qué difícil es cuando da miedo vivir una vida!, cuando toca reinventar el baile y empezar de cero. Cuando los problemas se ahogan, y el corazón pierde su brújula. Que difícil la apatía inamovible, agachar la cabeza ante un amor, despedirse sin querer de esas cosas que solo tú das importancia. ¡Qué difícil!
Unos días más tarde, antes de que las gaviotas le echaran de menos, Breogán abandonó su casa, cogió su viejo bote, y no volvió jamás. El pueblo sobrecogido, ideó sus rumores y sus fábulas, hablo durante un tiempo del irlandés errante, de su propio lobo de mar. El tiempo trasformó las habladurías en recuerdos, luego la gente simplemente lo olvidó.
Yo sin embargo, siempre recordaré esta historia, porque como dice una amiga: "Hay silencios que te enseñan cuanto vale una mirada".
