Caperucita y el lobo

22 de Julio, 2019

"No siempre las historias son lo que creemos, a veces no conviene contar el final real por no estropear la moraleja del cuento".

La verdadera historia comenzó cuando por "casualidad", en medio del bosque, descubrieron; que ellos eran uno solo, conectados a un mismo mundo bajo dos polos magnéticos, un arrebato incombustible que ardía en un incendio, un viento indomable agitándose entre la boca del estómago y el pecho. Lo humano y lo animal en un engranaje perfecto.

Allí, en medio del vacío, enlazados en un punto cardinal concreto, tumbados en el cruce de caminos, haciendo del pasado un presente, del presente un futuro incierto. Sincerándose, él quitándose los estereotipos de lobo como si se sacudiera el agua del pelo, ella desempolvando de su capa roja la percepción exagerada y escueta, de lo que los demás dieron por cierto. En realidad, desnudos de piel hacia adentro, pero vestidos por fuera de cientos de miedos.

Quizás hubiera bastado tan solo con ese encuentro, pero eludir el instinto no siempre es tan fácil como creemos. Y en ellos la curiosidad gravitacional, siempre fue más grande que el recelo.

Quedaron, volviendo a descubrir que eran un todo divido en dos mitades complementarias, una en blanco, la otra en negro. Mientras jugaban entrelazadas a tocarse sin tiznarse u/o albearse el uno al otro con un beso. Caperucita armó el valor y le miró con esos ojos que muerden, el agachó la cabeza y guardó silencio. El tiempo hizo lo inevitable, atrapando a ambos en un quiero pero no puedo.

La paciencia asaltó las ganas, y algo en lo profundo omitió el dique, impidiendo de esa forma poner el freno. Ambos se encontraron atrapados en el roce de las manos, en la espiral del no debo pero lo ambiciono, lo codicio, lo deseo. Las ganas se desnudaron, él le devoró el sexo, ella aulló a la luna, ambos comprobaron que la conexión no necesita de caricias para saber lo que ya es cierto. Ella se subió a horcajadas demostrando que los roles son otra cosa en esto del erotismo, el aguanto la respiración en la aproximación, hasta que no pudo contener más el aliento. Follaron, las fieras no entienden de la finura del lenguaje, solo del instinto, de la pasión, del despedazarse a besos. Volvieron a follarse, esta vez poniendo un poco más de énfasis en los detalles, aquellos a los que antes el frenesí no les dio tiempo. La noche se les tiró encima, pero ellos prefirieron permanecer abrazados bajo el árbol por un momento.

Llegaron a la fiesta de la abuelita, casa que ejemplifica esa sociedad que dicta lo que es o no correcto, aguantaron en el umbral, queriendo disimular su química en el fuero interno.

Pero... ¡No pudieron!

Por fortuna ve menos el que no quiere ver que el ciego.

Ahora que sabes que ni el lobo era lobo, ni caperucita eso que te dijeron, quédate con el final que más te guste, y saca la conclusión que quieras de esta mentira que habla de lo que es auténtico. Sencillamente a estas alturas, no espero que dejes de ser de la noche a la mañana un invidente o un incrédulo.