Comiéndose la vida
6 de Julio, 2019
¡Aquí está!
Con su presencia imponente en tamaño bolsillo, pero con su sombra que aunque aún no la distingas es gigante. Con la fuerza de cien mares en su calma, y esa energía hipnótica que te captura nada más verla.

¡Aquí está!
Haciendo como que nada pasa, con esa dulzura atemperamentada, tranquila, sabedora de que todo irá exactamente como toca.
¡Aquí está!
Esperando su turno, pensando en que es lo próximo que hará al llegar a casa.
¡Aquí está!, ¡nada más!, ¡solo ella!
Una de esas almas que nacen con las ideas claras, con los sueños medio cumplidos, y los miedos justos para hacer todo aquello posible. Pies en los que te preguntas como puede caber tanto talento, y ojos ávidos de comerse el mundo a cada latido. Mocosa de esas que abren bocas, rasgan silencios, y te conectan con lo que tú mismo quisiste ser algún día. Una luz brillante en un mundo de muchas sombras. Un talento capaz de cosas imposibles, de aquellos que te hacen volver a creer en el ser humano.
¡Aquí está!
Una personalidad en llamas a la que todo el mundo querrá imitar, los flashes de fotos que nunca pedirá, las sonrisas envidiosas, el ciclo rutinario del esfuerzo en su plural. Una geografía amoratada, un lunes de abril, un domingo en septiembre, los no es un buen momento, la historia todo color de esos lobos que esta Caperucita se merendará. Las estúpidas manías, los insaciables, los desastres que no podrá controlar, y sus rarezas, aquellas que nunca nadie entenderá.
Un brisé volé que no para de luchar, su silueta vista a contraluz, cada uno de los futuros que ella sea capaz de soñar.
¡Allí estaba!
Porque con el paso del tiempo se aviejó su momento, y su llama pareció apagarse. Y digo que pareció, porque hay personas que nunca dejan de ser lo que fueron, aunque tengan un ala rota.
