Confluencias

19 de Enero, 2019

Opción 1:

Todo duró una milésima de segundo, exactamente lo que la vida tarda en que aparezca la idea de un futuro afecto. Ellos, ajenos al destino, se rozaron en medio de la oscuridad furtiva y del ruido sincrónico de la pista, atraídos por algo que no supieron identificar. Y de repente, un fugaz rayo los atravesó de arriba a abajo, regalándoles la pausa perfecta para sus vidas ovilladas, escapándose centésimas más tarde, efímero por entre los dedos de los pies.

A ella, una mano que creía cariñosa y sincera la sacó con un tirón de ese segundo de letargo, mientras él, permaneció inmóvil un instante más buscando entre las luces, que era exactamente lo que había pasado. Poco más tarde, un beso amargamente dulce lo rescató de entre las tinieblas, y le hizo volver a la pista de baile.

Ambos habían sentido la descarga, pero sus historias estaban lejos de encontrarse. Ella, enamorada de un corazón arruinado por culpa de una mente tóxica, aún no estaba en el momento de abrir los ojos, y él, un alma ciega perdida entre el no saber que quiere uno realmente, deambulaba agotando sentimientos baratos y breves, en bocas de una noche, o una semana, en busca de su propia quimera.

Más bien pronto que tarde, la verdad saldría a la luz y ambos descubrirían sus errores, aunque ya fuera tarde, porque jamás el tiempo regresa tras sus pasos, jamás rebobina el años ha.

Opción 2:

Todo duró una milésima de segundo, exactamente lo que la vida tarda en que aparezca la idea de un futuro afecto. Ellos, ajenos al destino, se rozaron en medio de la oscuridad furtiva y del ruido sincrónico de la pista, atraídos por algo que no supieron identificar. Y de repente, un fugaz rayo los atravesó de arriba a abajo, regalándoles la pausa perfecta para sus vidas ovilladas, escapándose centésimas más tarde, efímero por entre los dedos de los pies.

Él, anudado a una mano que creía férrea, salió de la pista de baile en dirección a una esquina. Ella, cansada de celos y desplantes, se resistió a la brusquedad de un corazón helado y una mano de piedra, y allí mismo, sin mediar más palabras que un hasta nunca, dijo adiós a sus miedos y también a los amores dañinos. La violencia una vez más hizo acto de presencia, y él que de alguna forma no había perdido la ruta exacta, en cuanto lo intuyó se abalanzó sobre el brazo cruel, parando las ganas despiadadas, permitiendo que instantes después, ella, sola, escribiera otro final.

Ágil apareció la pareja de él, obligándoles a separar sus miradas, haciendo que abandonaran las emociones en las profundidades inconscientes. La conversación se alargó unas canciones donde los tres se conocieron un poco más, y luego un adiós sonriente y agradecido, se despidió sin fecha de reencuentro.

Más bien pronto que tarde, la verdad saldría a la luz y ambos descubrirían sus errores, aunque ya fuera tarde, porque jamás el tiempo regresa tras sus pasos, jamás rebobina el años ha.

Opción 3:

Todo duró una milésima de segundo, exactamente lo que la vida tarda en que aparezca la idea de un futuro afecto. Ellos, ajenos al destino, se rozaron en medio de la oscuridad furtiva y del ruido sincrónico de la pista, atraídos por algo que no supieron identificar. Y de repente, un fugaz rayo los atravesó de arriba a abajo, regalándoles la pausa perfecta para sus vidas ovilladas, escapándose centésimas más tarde, efímero por entre los dedos de los pies.

La música se detuvo, al menos para ellos, dejando a un lado de la zona de baile, un cuerpo acostumbrado a la herida que sanó ya hace tiempo, y al otro, un alma que por fin aprendió a encontrarse, y se dio cuenta que los besos pasajeros nunca abrazan los amores reales.

Con el tiempo detenido en la boca, los ojos se enredaron en una mirada infinita, consiguiendo que todo lo demás no importara, vaciando la escena, dejándolos a los dos revoloteando por dentro, inmóviles de piel hacia afuera. Las palabras tardaron en llegar, porque hay mensajes que a veces no hace falta pronunciar, porque tu sonrisa se avanza sin querer a las letras, y dice las cosas importantes sin hablar.

Aquello que creyeron muerto dentro ellos, despertó de golpe, convirtiendo la conversación simplemente en la excusa perfecta.

Más bien pronto que tarde, la verdad saldría a la luz, y ambos descubrirían que hay aciertos que aparecen de la nada con la intención de quedarse. Y aunque ya fuera tarde, porque jamás el tiempo regresa tras sus pasos, jamás rebobina el años ha, y las luces de la discoteca ya se hubieran encendido, encontraron la manera de que en sus relojes aun fuera ayer, y por siempre se amaron el domingo.