Días cobardes
7 de Febrero, 2021
Hay días cobardes donde las decisiones son acorazadas, y murallas en la frontera, donde los sueños parecen imposibles, y los atardeceres el final de todas las historias. Hay días cobardes donde los recuerdos son tributo, los besos agrios, y los abrazos prisiones. Donde las palabras caminan lento, los miedos rápido, y en el corazón ya no caben más memorias.

Hay días cobardes, asustadizos, que saben a despedida, a trenes partidos, a crédito agotado. Días que son fiebre sin preaviso, música estridente, efectos colaterales, tormenta sin arco iris abocada al juicio final, en el límite infinito de las aceras.
Hay días cobardes de nadar a contracorriente, de chocolate amargo, siempre menos del necesario, y de frágil torpeza. De miradas llenas de ausencias, de cambio de estación, de imposibles, de batallas dándose la derrota suave y en voz baja.
Hay días cobardes, donde recuerdas la felicidad, fresca y clara. Donde no la encuentras donde debería estar, y sientes esa sutil punzada de que algo se ha roto. Días sin condiciones, de inseguridades, de defectos. Días de latidos entrecortados, de decir "me falta un poco más de...", de nada. De esa nada vacía y eterna que no deja cicatrices, pero huele a dolor.
Hay días cobardes, invisibles, en los que deseas cruzar al otro lado del espejo, y comprobar que otros sueños te faltan a diario. Días de códigos secretos, de estrellas a media asta, donde los pensamientos juegan a deportes extremos y tú, dócil, evitas sus resbalones firmando la pena a cualquier riesgo.

Hay días cobardes, predecesores de noches clandestinas, de susurros a la almohada, de silencios interminables. Días cobardes, impacientes, al borde del fin del mundo, de esos en los que coleccionar charquitos es mucho más que un hobby.
Hay días cobardes que se lavan el corazón y buscan un final feliz, pero que temerosos, escondidos e inmóviles, jamás lo encuentran. ¡Así es la vida!
Hay días cobardes, e irremediablemente, a veces toca aprender a amarlos.