El devorador nocturno y el pregonero

24 de marzo, 2018

Tengo un amigo, aunque él "no lo sepa", sensible y con la venas abiertas. Uno que se toma su tiempo desde que aprendió a que amar no se puede hacer solo, alguien que vive sin planear lo que vendrá después, pero que inevitablemente le da cientos de vueltas. Ese a quien muchos pretenden etiquetar en un solo aspecto, mientras él se revela robando sonrisas y sin soltar palabra.

Un amigo lleno de contradicciones y de parches, como todos, pero con la suerte en contra y la hilaridad por bandera. Un romántico de los de verdad, no de esos que usan las flores como excusa, sino de aquellos que llevan consigo la primavera. Alguien que no cede a compromisos y si no siente algo, no lo hace. Ese que se ha estado mirando al espejo durante treinta y cinco años y se ha dicho a sí mismo, que coño, busquemos el ritmo caribeño a la vida, mientras me acompañen los sinsabores.

Tengo un amigo, del siglo XVI, con valores que ya no se enseñan. Ingenioso, exigente, entusiasta, generoso y sobre todo rebelde. Una persona inconformista y comprometida, siempre y cuando el sueño no lo venza. Un devorador nocturno de las cosas más dulces de la nevera. Ese, justo ese, que transforma el sofá de casa, en un oasis de revelaciones sagrado.

Tengo un AMIGO, aunque el, "no lo sepa" y me siento orgulloso.

Tengo otro amigo, aunque él "aún no se lo crea", honrado y de sentimientos nobles. Uno que ennoblece la vida, porque sabe que el mundo ya es de por sí muy injusto. Alguien que nunca decide antes de tiempo, pero que irremediablemente no descansa de pensar los porqués. Ese a quien acudir cuando las cosas se ponen difíciles porque con su balsa te recogerá del mar de lágrimas y temores.

Un amigo repleto de dudas y miedos, como todos, pero prudente y desvergonzado a partes iguales. Un soñador de los auténticos, de esos que confían en que la vida puede ser más fácil, más ecuánime, mejor. Alguien que no pretende dar respuestas a tus dudas o desazones, pero que escucha y busca las soluciones contigo. Ese que se quedó hace tiempo sin fondo de armario y que sabiamente decidió que la familia puede ser más extensa de lo que nos enseñaron.

Tengo un amigo, del siglo XIX, con costumbres en desuso. Hogareño, sencillo, amable, campechano y extrovertido. Una persona apasionada y atenta, siempre y cuando el apetito no lo despierte. Un pregonero a horas intempestivas con marchar paquidérmico. Ese, justo ese, que transforma una casa en un hogar.

Tengo un AMIGO, aunque él, "aún no se lo crea" y me siento afortunado.

Y aunque vuestra amistad, fue una gran lección que aprendí de golpe, y quizás muchas veces no nos entendemos, hoy simplemente quiero agradeceros, a esos que no hace falta que ponga ni su nombre ni apellidos porque se reconocerán entre las líneas, lo mucho que me habéis dado.