Extraños
Half The World Away - Music Lab Collective
"Fragmento del libro Locos Invisibles"
20 de enero, 2017
Son las ocho y media de la mañana en la fría estación Gare du Nord de París. La niebla camina por los raíles y el sol duda de si debe despertar. Comienza a hacerse de noche en las farolas, mientras sus ojos clavados en el horizonte, esperan que tras la bruma, aparezca el convoy que lo devuelva a casa. Por la megafonía dan el último aviso, pero él, aún no ve nada y duda por un instante de si ésta, es la vía donde debe coger el tren. No lleva mucho equipaje, pero la maleta huele a sentida añoranza y a todo lo que deja detrás.

Aparece por fin, en la lontananza, decelerando descortésmente, asustando a todas las palomas que aún dormían, despertando del letargo, al revisor. Congelado, comienza a pasear inquieto por la garita, indicando puntualmente a los más despistados dónde se deben colocar. El joven, intranquilo, sube las escaleras una a una, casi con miedo de darse la vuelta, por lo que pueda pasar. Camina unos metros por el pasillo angosto, deja la maleta encima de su asiento y se acomoda, abordándolo en ese preciso instante las ganas de respirar profundamente, mientras piensa, ya no, ya no hay vuelta atrás.
De repente, tras unos minutos admirando cómo las luces se cuelan por entre el techo de esta terminal, un sonido agudo anuncia que su transporte está listo, y lentamente se despiden las columnas de hierro de los pasajeros que miran por la ventana, para ver si ven a alguien más. Coge el móvil y avisa a los suyos que todo está correcto, que si las agujas no fallan el tren llegará a su debido tiempo, justo la hora exacta para venir a cenar.
Saca la novela olvidada en el último viaje y desempolva el marcapáginas, que hace tiempo que no recuerda la hoja exacta que ha de señalar. Lee entre líneas, las primeras cincuenta cuartillas, certificando que no recuerda absolutamente nada, así que resignado, se pone los cascos, aprieta el botón del play del walkman, después de comprobar que la cinta está en la cara correcta, y vuelve a comenzar.
Dos estaciones más tarde, suben unos ojos de color verde caramelo, que hablan intensamente sin decir absolutamente nada, que buscan su asiento de forma grácil, mientras él, la sigue con la vista, perdido entre sus tirabuzones que caprichosos se resbalan delicadamente por las mejillas. Sin poder apartar la vista, la acompaña, embobado en su piel de canela suave, su nariz esculpida, sus labios encarnados y una sonrisa que le deja profundamente atrapado, de la que por mucho que quiera, nunca saldrá.

Él se hace el despistado unos segundos, cuando ella le mira, y guarda para el segundo intento una sonrisa conjunta, de esas que por su simplicidad no se pueden comparar. Vuelve a la lectura de esa novela que ahora entiende, por qué no volvió a tocar, mientras no deja de rebuscar en su memoria la imagen grabada de esos ojos esmeralda dibujando un gesto afortunado en la comisura de sus labios que nada tienen que ocultar.
Aburrido, cierra la obra mientras se pierde torpemente en el traspié el punto de libro por entre los sillones del vagón. Instantes después, desesperado, lo descubre correteando en medio del pasillo como si el objeto supiera que su función acaba de terminar.
Unas manos se le adelantan justo antes de que él lo recoja, clavan el tacto suave de sus dedos en lo más profundo de su alma, convirtiendo lo que parecía imposible en la cosa más habitual.
Él la sonríe por tercera vez, y con un miedo atrevido se levanta, y mientras se acerca a ella le musita tembloroso:
- Disculpa, -¿de casualidad no tendremos algún amigo en común que nos pueda presentar?
Si quieres leer más... lo encontrarás en el libro "Locos invisibles"
