Far away

10 de Junio, 2018

Se me acumulan las ganas entre los buscadores de viaje, los deseos se pintan de banderas que ni siquiera conozco, y me reconozco libre en ese instante en el que todo es posible y parece que ya no existe vuelta atrás.

Las millas dejan de ser una distancia imposible, porque todo se mide en un sencillo "lo quiero todo" y en un "cuanto más lejos mejor. Y de repente se abre un mundo de posibilidades infinitas, una puerta abierta a lo desconocido, un anhelo semidormido a lo largo del año, un punto de partida ilusionante del que como siempre desconozco el final.

Me empapo de cientos de blogs de viaje, consejos de otros a los que en este viaje allí no veré. Me dejo guiar por intuiciones que me dicen que un sitio es mejor que otro. Me informo del clima, la gente, la comida, el lugar, y dejo que la decisión la tomen por mí el número de suspiros, y la sonrisa dibujada en mis comisuras, mientras aprieto intrépido el botón de buscar.

La sentencia está tomada, y aunque no ha sido fácil, solo me queda aguantar el aliento, cruzar los dedos por detrás de la espalda para que la suerte no los vea, y esperar.

Mientras mi ordenador trabaja, yo me imagino sentado en ese avión de ida y vuelta, conversando con mi compañero de viaje, escuchando el nuevo disco de mi autor favorito, contando las nubes que desbarata el ala izquierda del avión justo cuando comienza a despegar.

- Unas menos, tan solo 12.400.359 nubes para llegar.

Aterrizo delicadamente como solo pasa en un sueño, y saco mi lado más intrépido mientras me pierdo por las calles abarrotadas, los suburbios, los mercadillos, la selva, la sabana o el volcán.

Me imagino paseando por sitios desconocidos, descubriendo culturas entre los callejones, los padres de todas las historias. Mientras mi piel que tiene un alma libre decide que este lugar le emociona tanto, que se eriza o se ruboriza indistintamente, cual semáforo en ámbar a punto de cambiar.

Me río a carcajada limpia, lloro de una emoción que es difícil de explicar. Nos vemos en el próximo camino le digo a un desconocido. Me siento por fin, huyendo del bullicio, frente al horizonte en calma, acompañado únicamente por mi soledad.

Me despierta la campana del vuelo encontrado, y se desdibuja la esperanza cuando descubro mi infortunio en el precio final.

Tras varias horas dando vueltas al mundo, hago una última búsqueda a la desesperada a la que no obtengo respuesta. Así que enfadado y triste, cierro las pestañas, bajo la pantalla del ordenador, y mientras la ilusión se desvanece, me repito una y otra vez:

Es cierto que a veces me canso de viajar, pero también es verdad que al rato, las ganas me vuelven las tantear.