Fronteras invisibles
13 de Octubre, 2019
Hay fronteras invisibles a cada paso que caminamos. Fronteras que a veces vemos por instantes, muchas con mirada lastimera, imperturbable, o incluso con dejación. Fronteras con las que convivimos a cada instante sin ser conscientes de que mañana seguirán estando ahí, porque no hicimos nada, exactamente igual o peor. Fronteras que no queremos reconocer porque escuecen, porque nos hacen ver lo peor de nosotros, porque nos devuelven esa imagen de pequeño monstruo egocéntrico, que odia lo distinto a lo suyo, que mira la vida con la perspectiva que le da levantar la mirada de sus pies a su ombligo, y que lucha por estar en esa escalera social imaginaria siempre un peldaño más alto, aunque eso implique empujar inconscientemente a quienes estuvieran a su alrededor.
Fronteras pequeñas y otras mayúsculas, a las que aquella persona con la que sin querer rozaste el codo en la parada del autobús se enfrenta cada día, sin que nadie más lo sepa, excepto ella, su silencio, su lucha, y su pequeño ejército de abrazos del día a día.

Fronteras que hablan de soledad, de la soledad después de un largo camino, de años de entrega, de hijos al mundo. Soledad encerrada entre las paredes de una casa que emana recuerdos, que devuelve ecos de risas pasadas, que regala lágrimas cada noche, y que nos habla de soledad en mayúsculas, esa soledad que se vive y se siente en cada una de sus letras.
Silencio
Olvido
Llanto
Encierro
Desamparo
Ausencia
Dolor
Fronteras que son barrera, como aquella que aleja la discapacidad de tu barrio, de la vida pública, de tu entorno social. Aquella misma discapacidad que nos refleja la nuestra, esa que no nos permite aceptar la diferencia. Porque... ¿qué pensaran si te ven jugando, hablando, caminando con uno de ellos?
Fronteras de personas a millones de kilómetros, pero también dentro de tu mismo edificio. Esa que habla invisible de ser ciudadano de primera o de segunda. Esa que habla de tener derecho a, o no tenerlo. Esa que a veces solo se define por tu color de piel, sin importar nada quien eres o quien serás. Esa que hablan en términos de trata, de esclavismo, de negocio, de prostitución. Esa que tiene que ver con, huidas, pateras, papeles, refugio, y persecución. Esa misma que habla de tradiciones, religiones, migraciones y creencias. Esa que por encima de todo dialoga a cada instante, entre la vida o la muerte.
Simplemente esperemos que los hijos de estos, no se pregunten que ciudadano fuimos, cuando nos tengan de aquí a unos años en la mesa de operaciones del hospital.

Fronteras de silencio y de malentendida lealtad, aquellas que correlacionan más a menudo de lo que querríamos abuso e infancia. Fronteras que nos alarman, pero que ocultamos bajo una piedra, aquellas que hablan de los límites entre las personas o de como romper los sueños a base de las fantasías de los otros.
Fronteras culturales, como aquella que practican aquellos que se creen con derechos sobre otras, solo por nacer con "más piel" entre las piernas (y también menos sensibilidad). Fronteras que te dicen que debes encajarte en una de las dos casillas, y que una vez entres en ellas, resulta feo salir. Que sea como seas; debes de ser, querer, hacer, o sentir de una forma determinada, y diferente a las personas de la otra gaveta. Fronteras que se olvidan que hay otros modelos, y que no hace falta que las ballenas se vuelvan tiburones o viceversa, porque al final el mar es inconmensurable, y en él se deshacen todas las etiquetas.
Fronteras en definitiva que nos dejan sin aliento, y a las que por un instante les borré el apellido invisibles, para que las identifiques, te desgarren frente al espejo, y te duelan. Simplemente con la pequeña gran intención de decirte:
Y tú, ¿qué harás mañana por mirar lo invisible?, ¿qué harás mañana por evitar reconstruir esas fronteras?