Instantes

05 de Mayo, 2018

Probablemente me valdría ese instante que sucede una mañana cualquiera en algún lugar de los de siempre. Pudiera ser uno de esos amaneceres tontos que pueden darse en cualquier sitio, o ese segundo en el que rompe el alba y nos regala un despertar que comienza con mis ojos clavados en ti, con los tuyos sonriendo por mí.

Podría ser ese instante en que sin querer el paso del tiempo y nuestra insistencia, nos regalan un momento único, de esos que son difíciles de explicar. Difícil porque alrededor de ese instante mágico, hubo otro mejor que las cámaras no captaron, que las rimas no serán capaces de elucidar.

Acaso también sirvan aquellos que consumimos con prisa, por culpa de nuestro corazón aventurero. O aquellos que vuelan tan solo en mi imaginación y a veces tratan de sorprendernos. Los que regamos con vino y sueños y que empezaron inocentes para acabar, hacia el final de la noche, no siéndolo.

Sin duda, son idóneos aquellos momentos modestos que nos enamoran sin querer los días de lluvia, y hacen salir inevitablemente al arcoíris. Los que disfrutamos en silencio y en la complicidad de una caricia entrelazada, los que compartimos con amigos y aquellos que llegan en forma de texto, en un mensaje de buenos días

Por supuesto me quedo con aquellos que escucho en el eco, y en los que no desaparece el sentimiento. Aquellos que llevan apellido de domingo tarde y te rescatan en un sofá de los fantasmas. Esos que guardamos en secreto con esmero, porque no quisimos que ninguno más lo supiera, quizás por miedo a que al compartirlos, dejaran de ser solo nuestros y pasaran a ser únicamente de los demás.

Quizás y aunque no lo creas, me valgan aquellos incluso que saben a despedida. Aquellos a los que no les importa la fecha del calendario ni tampoco los planes que nos depararán los siguientes atardeceres. Aquellos que saben que el tiempo solo es una forma de medir los miedos, y que nuestras bocas que se intuyen valientes, se buscan, se abrazan, y acaban sonriendo.

Seguramente valdrían todos ellos e incluso alguno más, si los dos, despertáramos tras cada uno de ellos, escondidos bajo las sabanas de una cama, jugáramos a eso tan cierto, como que tu estiras la mano para acariciarme, mientras mis labios en un acto de justicia deciden en defensa propia robarte un beso.