Los insólitos

16 de Mayo, 2021

Bluebird

Alexis Ffrench

"Caminar hacia adelante no siempre es avanzar, a veces es irse lejos de uno mismo, hacer camino, no sabiendo exactamente cuando volverás. Caminar hacia adelante no siempre es avanzar, a veces tan solo es valentía"

Como cada festivo, Madrid amanece lento bajo las aceras, en contraste con el bullicio habitual y el aire frenético de sus vecinos. Estos días, que son siempre distintos, la ciudad parece tomarse un respiro y lamer sus cicatrices, primero con el olor de los churros recién hechos, después con el de los bocadillos.

Ella, ajena a todo lo que sucede, se despereza en su piso alquilado al que ha dedicado tantas horas para poder apellidarlo hogar, y mientras se prepara el desayuno, se viste con ropa cómoda y anticipa todo lo que está por llegar.

Judith ama pasear los domingos por el parque. Es su cita perfecta consigo misma, esa rutina no escrita de quien decide buscarse y se encuentra semanalmente en el mismo lugar y a la misma hora. Una auto-caricia, una carantoña, uno de esos pequeños placeres que la gran mayoría de sus conocidos no saben, quizá no entenderían, pero que a ella le hacen inmensamente feliz. Una cita que nunca será obligatoria, pero si esperada, y en la que no importa el tiempo que haya pasado, puesto que tan solo se trata de estar consigo misma y dejarse sentir.

A veces el remolino rutinario semanal va tan deprisa, que la devora y le hace olvidar su propia esencia. Por eso, ella se consiente este momento, porque no siempre uno se da cuenta de que la vida va en serio, y a veces si no frena, se desconecta.

Baja las escaleras como si se tratase de una primera vez, como si fuera un día especial. Con la música bien alta, y el paso firme; pasado, presente y futuro se alinean en el recorrido, recordando el camino andado tantas otras veces, aunque sea distinto. Frente a la puerta del parque la sonrisa se le llena de arrugas e historias, y le hace no tener miedo a casi nada. En ese segundo de lealtad consistente, se presta las huellas, y entra.

Los pasos sosegados y tranquilos, con una especie de nostalgia crónica, siempre le guían por el parque a descubrir rincones que nunca ha visto antes, y allí se detiene por momentos, como si no hubiese ruido alguno, inmóvil ante el paisaje como "Den lille havfrue". Y en ese pequeño universo que se crea justo en el momento que ella decidía detener el tiempo, es donde se descubre de nuevo, se recuerda, se proyecta, se autoexige, y más tarde, se quiere sin final. Un conjuro al que ajenos asisten todos los que pasan a su alrededor, que la observan y piensan: ¿Qué demonios es lo que estará mirando?

(Los insólitos)

Los insólitos permanecían concentrados en el juego sin importar que estuviera pasando metros más allá, sin advertir que al otro lado de la cámara, ella disparaba un recuerdo.

Ellos se arremolinaban sobre las mesas como las palomas lo hacen sobre los granos de maíz al otro lado del parque, a veces de dos en dos, otras en grupos más amplios, aunque en este caso solo fuera para observar. Sin un orden preestablecido se iban moviendo de mesa en mesa, iniciando finales, acabando principios, y aunque aquello pudiera parecer caótico, desde fuera todo se veía tan armonioso como un vals.

En una lucha sin cuartel las negras acorralan a las blancas en una de las mesas, en la siguiente las blancas se toman su revancha. Las tablas se consolidaban en un apretón de manos, la reina, en un suspiro, recupera su postura inicial.

El suave viento de primavera, hacia fluir en las mentes pensantes los próximos movimientos, aunque hay quien había que ni con esas encontraba inspiración. Al fondo, uno, ejerciendo el rol de suricato, vigilaba que todo estuviera en orden en todas las otras mesas, incluso aquella que esperaba impaciente a los próximos contrincantes.

A los insólitos había cosas que nunca se les podían robar. A pesar de que no fuera el mejor año, y las nuevas tecnologías entraran a regañadientes en su vocabulario, ellos encontraban siempre la fórmula de encontrarse. Supervivientes a cosas mucho peores, no se iban a dejar derrotar por un virus llamado corona, si ellos, justamente ellos, eran los mayores expertos en toda clase de reyes y reinas.

Así que, no sin esfuerzo, encuentran siempre una dimensión paralela, donde lo retro no es hipster, donde combinan boinas y viseras, donde la pausa es justo la magia, donde lo extraordinario es posible, al fin y al cabo, son los insólitos jugando en su costumbre, que hace unos meses nos parecía utópica, irrealizable, perecedera.

Como decíamos, ellos permanecían concentrados en el juego, sin importar que estuviera pasando metros más allá, sin advertir que al otro lado de la cámara, ella disparaba un recuerdo, el de un paseo, una cita, un amor sin término, uno que iba mucho más allá de una simple partida de ajedrez.

Ella despertó del letargo, tomó consciencia, y reemprendió el camino de vuelta a casa.

Al llegar y observar de nuevo la foto, Judith se dio cuenta, que entre los insólitos, se asomaba otra "Den lille havfrue", que al igual que ella, detenía el tiempo en un banco, creando en ese justo momento un oasis donde; recordarse, proyectarse, autoexigirse, y más tarde, quererse sin final. Y ese pensamiento, junto con el recuerdo de los insólitos, la hizo sonreír.