Me recuerdas

24 de Febrero, 2019

En otra vida, conocí a alguien que contaba su edad en sueños compartidos, en pequeñas luchas, en granos de arena, en lágrimas de despedida, y en descubrimientos titánicos. En centímetros, en miedos inocentes, en canciones, en abrazos, y en raspones en las rodillas. En otra vida creí que su vida avanzaba a cada tirón de pelo, a cada sonrisa, a cada chichón, a cada vez que bajaba y subía en el ascensor. Y así descubrí que se sumaba abriles en cada salto en los charcos, que conjugaba los verbos al aire, que comprendía; que las arrugas están llenas de errores, pero también de aciertos. Así, con una facilidad pasmosa, como quien guarda secretos que jamás se contaron, como quien deambula del sí a no en treinta segundos, como quien lo quiere todo, y vive eterna en noches sin dormir.

Con el paso del tiempo, comprendí que era posible contar tu edad en atardeceres, en trenes que se pierden, en pasados que soñamos, en orgasmos, en kilómetros de distancia. En listas de propósitos, en cafés sin prisa, en besos en la mejilla que se quedaban grabados a fuego en el alma, y para siempre. Y por supuesto que la vida es más bonita desde una playa, cuando la luna que nunca se da por vencida escucha cada uno de tus deseos.

En otra vida, compartí letras con una mujer inquieta a la que no le importaba su edad, si no los síes y los no sé, los proyectos por hacer, y las miradas atrapadas en sus profundos ojos verdes. Una mujer que sabía que lo más importante era vivir experiencias, pasear descalza, viajar sin destino, y al final de todo volver a la querida rutina. Que los sueños te pueden pillar despierto, que hay abrazos que hacen sentir calor tras las discusiones glaciales, que a veces toca reparar el motor que te late en el pecho y que la vida, siempre es la carretera más bonita.

Con ella me emocioné de sus alegrías, y de esas tristezas que solo se acompañan de música. De sus huellas en el camino, de sus cuerdas de rescate, de sus "te veo en mi futuro", de sus nuevos comienzos, y sus recelos al cambio. Y con el paso del tiempo entendí; que era necesario contar las vidas en emociones, en lo que se ve con los ojos cerrados, en conversaciones, en planes, en las veces que se pinta una los labios, y sobretodo, en besos de buenos días. Y que el valor para cambiar lo que puedas, reside en ser en cualquier sitio uno mismo, y en convencer a la memoria que cada momento es siempre una primera vez.

En otra vida, ¡Acuérdate y que no se te olvide!, conocí a alguien que nunca se rendía, que media su edad en adioses que dan la oportunidad de un nuevo hola, en charlas con amigos, en churros con chocolate, en libros, en viajes, en verdades verdaderas, en renacer de las cenizas, y en nunca sentir a medias. Y aunque he de confesar, que casi no recuerdo su nombre, tú, aun no sé porque, me recuerdas a ella.

- Se dijo a si misma mientras miraba su reflejo en el espejo, con la mirada brillante y traviesa de una niña pequeña.