Oymyakon

14 de Septiembre, 2022

Nunca olvidaré el último día de julio, aunque de eso haga ya seis inviernos.

Desde entonces han desaparecido más de veinticuatro estaciones, cientos de horas bajo cubierto. He capturado miles de peces congelados, mientras el frío implantaba la ley del silencio. Menos cincuenta y seis grados marca el termómetro, mi alma quizá unos menos.

Las lágrimas, que aquí nunca pierden altura, se quedan en los parpados entreabiertos. Las dos cadenas montañosas son mi prisión de lo incierto. Y yo sigo soñando con un mundo distinto, mientras la nieve continúa atrapando vidas, que subsisten de marzo a octubre, que hibernan el resto del tiempo.

El cielo amenaza tormentas, mi mente sigue al descubierto, y mientras ansío un futuro atípico, vivo en un presente mudable entre lo que quiero y lo que debo. Las dudas que habitan en mi sobrecama, y se asoman cada vez que despierto, no dejan de recordarme, lo que allí donde vivo es por tradición un mandamiento.

Mi herencia presiona hacia el pastor criando ganado bajo la nieve, o las minas de antimonio al borde del fallecimiento. Las ganas fantasean con un futuro bien distinto, en algún lugar remoto de este gigantesco universo. Mi alma, mi corazón, el sino, si es que verdaderamente está escrito, se dirime entre marchar, o lo que sería hacer "lo correcto".

Oymyacon no es más que un reflejo; la parcela de agua no congelada, donde los peces pasan el invierno. Así que..., si os preguntáis cuál fue la decisión final, os diré; que si sigue habiendo vida incluso en el infierno, como no va a arder entre mis sueños.


Las ganas de un niño que sube las escaleras de un avión, que rastrea sus deseos, dejando atrás tres horas de sol diarias, para abrirse paso en un mundo totalmente nuevo. Adiós le dice este corazón a las barbas congeladas, la vida tranquila, la dieta a base de carne de reno. Hola a las incertezas de este camino, que sin saber aun si es de ida, o de ida y vuelta, hacen que confíe aún más, en que esto es un acierto. Echo un último vistazo por la ventana, me despido desde lejos de mis miedos, me regalo esta ocasión, y dejo que sea la ilusión, quien sonría primero.