Punto por punto

23 de Abril, 2023

"La poesía es un incendio, por eso no da para vivir, solo para arder, no escribas, arde en ella." 

Antonio Orihuela

Quizá se pregunten porque alguien como yo puede amar la escritura. Alguien al que nunca le gusto escribir en el colegio, ni las lenguas, ni la literatura. Nunca fui un apasionado de los grandes autores, ni porque no decirlo, tampoco de la lectura. Os sangrarían los ojos a faltas si leyerais alguna de todas aquellas poesías. Pueriles, crudas, sin lecciones morales, a quema ropa, básicamente anodinas.

Quizá se pregunten porque alguien como yo puede amar la escritura. Alguien que no sabe parar el reloj, ni quiere. Intensa, e hiperactiva. Que ni el invierno le frena las ganas, que conoce muy bien donde está la salida. Que vive un amor en vuelo, en aeropuertos, en primeras luces del día. Que perdió el norte, gano vida. Que tiene la certeza de saber cuáles son sus hogares favoritos; las terrazas, los amigos, las sonrisas. Los veranos, el mar, la montaña, las estrellas, la familia.

Pero saben; hay amores con los que colisionas, se quedan, y que pueden cambiarte la vida.

Dibujar verbos, sentir sus caricias, jugar a enredarlos sin que parezcan tener sentido, para que cuando llegue el final de la frase digas: Joder, en serio, esa palabra me ha disparado dos veces a pesar de mi huida. Y aunque la gran mayoría de veces, los textos son menos una historia, que un todavía. Y muchas otras, algo tan mío que nadie más entendería. No importa ni los motivos, ni las causas, incluso si están perdidas. Escribo, la gran parte de las veces, si esperar nada a cambio, excepto poder ser entre los renglones yo misma.

Los textos son el resultado de la suma de instantes, de deseos, de cenizas. Las distancias imperfectas, los desamores, las culpas, las heridas. Las ganas, la luz, la oscuridad, las ilusiones perdidas. El confeti de los grandes actos, la soledad de una melodía. La debilidad de mi locura, las ganas siempre de más, el punto suicida de saltarle al amor sin chaleco salvavidas. Los errores en bucle, las despedidas. Medirle los centímetros al tiempo, la libertad de ser quien soy, el sexo de alto voltaje, no saber vivir de turista. El pequeño baúl de letras que al final… componen mi biografía.

Intento desempolvar los miedos que todos tenemos en el tercer cajón de la mesilla, o en la almohada, allí donde duerme los sueños que a nadie más confías. Existir en las rimas, hablar en las comas, olvidar los miedos, allí donde se os dibuja una sonrisa. Y a pesar de las reflexiones sin sentido, que a veces van a toda prisa, la pausa de una meta que a veces espera de hoy en cien días. No es otra que la de ser mejor cada día, que no escritor, sino persona, ¡ojalá lo consiga!

¿Alguna vez han sentido la felicidad de llorar al leer con los pelos de punta, con un té en la mano y el orgullo propio?

Eso es magia. Y eso me pasa a mí con la escritura, con las personas, el amor, la vida, y la fotografía.