Sentirse en casa
18 de Noviembre, 2018
Qué maravillosa es la sensación de sentirse en casa; esa que te invade de golpe aunque estés a miles de kilómetros de ella, esa a la que no le importa que en realidad no sea exactamente cierto y se trate solo de un espejismo breve. Esa que es totalmente subjetiva y se despierta en el momento menos esperado, y ante la circunstancia más pequeña.

Esa que te envuelve en un halo de desenfadada añoranza, que no sabe puramente a tristeza, y que a pesar de la primera punzada desventurada, deja una sonrisa dibujada cuando se aleja. Esa que no se encuentra aunque la busques, sino que ella viene a ti, cuando le place, y te sorprende en el abrazo de un amigo que dura más de la cuenta. Esa que se queda atrapada en una conversación, en el olor de la ropa que sacas de la maleta, en una canción, en un "déjà vu", en la mirada de una foto antigua que le hace al corazón un viaje de ida y vuelta.
Esa sensación que al mismo tiempo se entremezcla con la tranquilidad de saberte bien donde estás, y que CASA no es un lugar exacto, sino que pueden ser muchos, o una comida, o un objeto, o una persona de referencia. Esa que parte de una decisión pensada, o de una aventura, o de la casualidad, y que sabe que quizás nunca vuelvas. O esa que no entiende de tiempos, ni de despedidas, ni de kilómetros, y te asalta al salir por la puerta.
Qué bonita esa otra; que habla de "por fin he llegado", después de librar la batalla del día a día, y de respirar, a veces, más de la cuenta. Esa que a veces tarda en llegar porque está demasiado lejos. Esa que no entiende de grandes lujos, ni necesita nada especial para que sea. Esa que no pretende ser museo de nada, pero a la vez es escaparate de todo. Esa que es punto cardinal y al tiempo kilómetro 0. Esa que no es un sitio sino nuestras cosas, nuestra libertad, las insignificancias que uno aprecia.

Esa que se construye lentamente, o de golpe, según las circunstancias aprietan. Esa que es de uno, de dos, de tres, o de cuarenta. Esa que es cargador de pilas, recuperador de ánimos, protector de los deseos que uno jamás confiesa. Esa donde uno puede ser realmente uno mismo, donde volver cuando todo falla, donde encender un fuego sereno, y quedarse a vivir para siempre sin temor a parpadear cuando los miedos se presentan.
En definitiva; que maravillosa es la sensación de sentirse en casa; esa que te invade de golpe y te hace por un instante, sentirte cómodo y a salvo. Esa que transmite la paz más absoluta, esa que te transforma por un instante en la persona más feliz del planeta. Esa a la que no le importan tus escombros, ni tiene mucho que decir, pero acaba poniéndole al viento el apellido hogar, y tus heridas las soledades acompañadas que las cierran.
Y tú, ¿estás en casa?