Sigilosamente

28 de Octubre, 2017

Esta noche de cena con amigos, he decidido hacerte el amor con la vista, sin palabras, en silencio, en la connivencia de una mirada. Furtiva, sin decirle nada a nadie, simplemente cómplice. Por eso, mis palabras te dicen cosas absurdas, mientras mis ojos se entretienen en los tuyos, suavemente. Delatándote mis intenciones en una sonrisa, acariciándote el cuerpo en la última frase que lanzo al aire, aquella que afortunadamente solo tú entiendes.

Dejo que una ojeada discreta, te haga mi declaración de principios como punto de partida y me olvido de mirar a todos los demás, porque de tus sonrisas me he propuesto ampliar mi colección privada.

Abstraído, en decirte todo en la distancia, pierdo el hilo de la conversación que los demás mantienen de forma paralela, y ajenos a nosotros. Nimias palabras, para dos voluntades que hoy se encuentran timoneando entre la felicidad y el miedo. Carraspeo y hago ver que no entendí bien lo último que dijeron, mientras soltamos al unísono una sonrisa confidente. Quizás más tarde, acabemos escavando para encontrar nuestra mirada más profunda.

Después durante un rato eterno, juego a hacer como que no te miro, mientras mis deseos te vigilan de reojo y la brújula de mis pasiones pone tu cuerpo en mi dirección norte, escudriñando cada recoveco de tu figura que se acomoda sutilmente sobre la silla.

Se derriten mis besos mientras tus manos juguetean nerviosas apoyadas sobre las rodillas y las mías se esconden temblorosas, para no delatar sus intenciones . Y yo, asumo resignado que simplemente no puedo dejar de mirarte directamente a los ojos.

Repentinamente, nuestras manos casi chocan al encontrarse frente a un plato de patatas y nuestras miradas se tropiezan de golpe. Concentrando los sentidos en este preciso segundo, evidenciando que nos pueden las ganas, aunque yo no te haya dicho nunca nada por pavor de que se rebelen mis temores, a pesar de que sé que tú piensas exactamente lo mismo, aunque no lo nombres jamás.

Muevo los labios calmado para decirte algo disimuladamente, sin emitir sonido alguno. Tú, te sonrojas y agachas la cabeza suave y despacio, como a cámara lenta, a la vez que tus ojos se cierran por un instante. Segundos después me devuelves las palabras, exactamente igual, pintándolas secretamente de tal forma que parezcan mudas a la vista de los otros. Me muerdo las ansias de besarte y transformamos para siempre aquella promesa en nuestro juramento, que desde ese instante se convertirá solo en nuestro.

Se hace tarde y todos marchan para casa, ¡Mis más queridas buenas noches a todos!, aunque hace horas que para mí ya no estáis en esta fiesta. Me hago el despistado y me quedo para el último beso, mientras entre la turba, que se impacienta, el tiempo se detiene y camina despacio. Entretanto, nuestras miradas juegan a no perderse el baile y no dejo de darle vueltas a la idea de porque esto no lo hicimos mucho antes. Se aproximan por fin nuestras mejillas, que se rozan sigilosamente, las manos no saben muy bien a que altura aterrizarse y según nos alejamos, las miradas se desean una última frase. 

¿Te parece si la próxima vez repetimos?