Sueño de verano
26 de Mayo, 2019
¡Sueño!
Siento como amanece, cálido, como si fueran las cinco de la tarde en un mes de primavera. La hierba aun humedecida por el rocío de la noche, se despereza dejando su rastro entre mis sabanas, y yo, aun sin poder abrir bien los ojos, estiro la mano en la búsqueda de acariciar la piel que más me quema.
Agudizo mis sentidos, sin dejar de tener los ojos sellados, y te busco en los sonidos más allá del pasillo. Pero no encuentro nada, nada más que el silencio. Mis pupilas torpemente se abren en el sobresalto, y te persiguen entre la oscuridad de aquel cuarto. Ese microcosmos construido a base de besos, de deseos, de placeres, de secretos, de miradas encontradas, y de vértigos guarecidos.
No aguantan más mis piernas inquietas la angustia de no saberte, y se levantan como un muelle, de un salto. Mientras yo, desequilibrado, me tambaleo medio adormecido, hasta llegar a la cocina donde me recibe el paisaje desangelado de un desayuno ausente, y mis nervios, más impacientes que yo, se agolpan en la boca del estómago poniéndole emoción taciturna a este sentido.

Te busco incansable durante horas, por dentro, por fuera, al otro lado del teléfono, recorriendo la ciudad y sus calles, pero nada, no hay rastro. Ni siquiera tu olor entre las sabanas, ni siquiera tu cepillo de dientes junto al mio, ni siquiera las fotos que nos hicimos juntos, ni siquiera el tacto de tus besos en mis labios. Y de repente es como si nunca hubieras existido, y mi mente empieza a dudar de que tú tan solo seas un sueño.
¡Despierto!
Siento como amanece, cálido, como si fueran las cinco de la tarde en un mes de primavera. La hierba aun humedecida por el rocío de la noche, se despereza dejando su rastro entre mis sabanas, y yo, aun sin poder abrir bien los ojos, estiro la mano en la búsqueda de acariciar la piel que más me quema. Pero no te encuentro, tú, aún no sé porque, ya no estás en ellas.
Mis fantasmas vienen a invadirme y me congelan, poniendo de manifiesto que los sueños tienen poco que decir, si no eres tú quien los sueña. No le doy tregua a las fantasías de ese sueño de verano, y me levanto de un salto. Corro por el pasillo con el corazón entre los dedos hasta llegar a la puerta de la cocina, que me espera entreabierta, para darle si cabe más emoción a mis dudas. Y yo, en esa combinación imposible entre la decisión y los temores, abro la puerta lentamente, esperando encontrar un final distinto para mi historia.

Al tiempo detenido en ese instante le rezo que aparezcas al voltear la puerta, allí, sentada en la silla junto a la ventana. Allí, con tu taza de café en la mano mirando asombrada el paisaje, como si no lo hubieras visto cientos de veces. Allí, bebiéndote la vida a sorbos lentos, rozándome la mía a besos largos. Al fin y al cabo, ¿No se trata de que cuando la vivimos juntos nunca quede intacta?
¡Abro la puerta!
Mi locura se encuentra con tu silueta de frente y sin remedio, y en ese bonito milagro, mi sueño pierde sus temores, y le prometo a mis futuros errores jamás volver a equivocarme. Y en esa fracción de vida, sin poder articular palabra y en punto muerto, espero a que tú te des la vuelta y descubras, en la hora justa, como sus agujas marcan la fortuna entre mi sonrisa, y mis ojos que aún sueñan incrédulos.