Viajes de ida y vuelta

23 Septiembre, 2017 

Hoy se ha levantado el día triste, igual que uno mismo y es que me acosté pensando en tu mirada y me levante con la última vez que hablamos en la cabeza. Así que sin pensarlo y huyendo con presteza, cojo el coche una mañana cualquiera del mes de septiembre y dejo que el rugido del motor devore kilómetros lentamente, mientras suena la última canción de Nat Simons en bluque porque cambiar de canción de Spotify me da pereza.

A medida que me alejo de la gran ciudad, sale el sol y cambia los colores de los campos, de un amarillo aciago a un verde vivaracho, chillón, bromista, que roba una sonrisa de mi cara mustia transformado en un sueño optimista, mi noche funesta. Y juego al juego de contar cuantas líneas discontinuas quedan atrás, antes de que la gasolina del depósito llegue a la reserva.

Tras girar en dirección al norte, me detengo un segundo, porque la cafetería del motel de carretera me pareció suficientemente auténtica. Compro algo en el supermercado, pido un bocata de tortilla y lo acompaño de una cerveza, dejo algo de propina porque tengo que reconocer que me pareció simpática la camarera y mientras pienso hacia donde voy realmente, enciendo el motor del coche y cierro de nuevo la puerta.

Siguen los kilómetros y del juego me olvidé, porque hace al menos un par de horas que perdí la cuenta. Giro el volante unas cincuenta veces en la subida a esta montaña que me esta mareando la sesera y paro aquí mismo, sin saber exactamente donde estoy y observo las vistas, que no me recuerdan exactamente a nada y que por eso mismo tranquilizan mi impaciencia.

Abro la libreta cutre que siempre llevo por si acaso en la guantera y me dispongo a describir el viaje tonto que durante horas hemos venido haciendo solos yo y la carretera. A medias de diez palabras que no tienen ningún sentido, me viene tu imagen a la mente y de mi letargo me despierta.

Cojo una bocanada de aire fresco y me planteo donde estarás y que estarás haciendo en este preciso instante, mientras me invade la pregunta de porque no estamos respirando este segundo a medias. Quizás porque nunca te dije nada, quizás por que nunca me dijiste nada, preguntas que se pierden entre millones de quizás y que se encuentran finalmente en un; ¡Quizás te diga algo cuando vuelva!